Capítulo II ''Imprevisto''
El trayecto hasta mi casa fue silencioso, el único sonido que se escuchaba era el de las ruedas sobre el pavimento y el de la radio desintonizada lo que torno el ambiente un poco incomodo dentro de la cabina. Frenamos justo al frente de mi casa, abrí la puerta del copiloto e intente bajar pero no pude, había olvidado que todavía tenia puesto el cinturón de seguridad, Alecc rió por lo bajo y yo lo fulmine con la mirada. desabroche el cinturón y baje dando tumbos. Aun estaba algo desorientada por el alcohol en mi sangre cerré la puerta de un golpe y a regaña dientes dije:
— Gracias.
Giré rápidamente, ya no quería ver mas el rostro de Alecc por el día de hoy me dirigí hacia la puerta y recordé que había dejado las llaves sobre la mesa de noche de Ashley pero ya era demasiado tarde, o muy temprano para volver a buscarlas y decidí usar la llave de repuesto que guardamos bajo la alfombra de la puerta trasera. Rodee la casa por el jardín y abrí la puerta lo mas sigilosamente posible; justo en ese momento escuche la corneta de la lujosa camioneta y maldije por lo bajo, después de mi discusión con Alecc lo que menos quería era despertar a mi madre de mal humor.
Subí las escaleras como pude pero sin ruido alguno, vacile al abrir la puerta de mi habitación que siempre chillaba debido a que las bisagras llevan toda una vida oxidadas pero afortunadamente no emitió el delatador sonido, al pasar el umbral de la puerta me asome a la ventana, la señal de costumbre de que todo estaba bien y Alecc podía marcharse, arranco y justo al doblar la esquina vi el humo salir de las ruedas de su camioneta con el sonido escalofriante de su rechinar con el pavimento.
— Hombres...
Me tendí sobre la cama y justo al momento en que mi mejilla tocó la almohada no supe mas de mi.
Pensé que perdería la voz luego de aquel desgarrador chillido. El terror y la ansiedad recorrieron todo mi intangible espíritu durante aquel segundo infinito. Mi cuerpo, estaba observando mi cuerpo reposar inmóvil a escasos centímetros de mí, mientras yo me encontraba flotando como bruma inmaterial. Aquella visión solo podía significar una cosa; había muerto. Ahora era tan sólo un alma en pena, un espíritu condenado a vagar eternamente, alejada del cielo y Dios. Pero ¿Cómo había muerto? Lo único que recordaba era aquella pelea con Alecc luego de la fiesta y mi posterior llegada a casa, cuando me dispuse a dormir. ¿Acaso había muerto mientras dormía?
En éste momento comencé a llorar y gritar como una desquiciada, deseando con todas mis fuerzas que aún hubiese salvación para mí. Que esto solo fuese un extraño sueño y luego de unos minutos regresara a mi cuerpo. Pero todo seguía igual, los segundos pasaban como siempre mientras lloraba desconsolada mi propia muerte; hasta que mi hermana Trisha entró en la habitación, dando pequeños saltos y con una enorme sonrisa en su rostro.
— ¡Susan, ya me voy! ¿No te despedirás de mí?
Aún llorando contemplé a la pequeña hablando a aquel cuerpo frío y vacío; cuando repentinamente vi a mi cuerpo moverse. Mi pecho se alzó levemente y luego de unos segundos observando comprendí que aún estaba respirando y eso sólo podía significar una cosa, aún estaba viva. De alguna manera, mi cuerpo y mi alma se había separado; pero todavía podía volver, aún tenía esperanzas. Trisha se acercó a mí cuerpo y luego de un enorme abrazo que yo ni siquiera pude apreciar, depósito un beso en mi frente y dando saltitos de nuevo, salió de mi habitación.
La angustia y preocupación se encontraban en aumento, no había sentido nada cuando Trisha se acercó a mi cuerpo y cuando traspasó mi inmaterial espíritu ella tampoco pareció sentirlo. Sin lugar a dudas, fuera de mi cuerpo era totalmente invisible.
Ocupé el lugar de mi cuerpo, esperé unos segundos, pero seguía sin lograr integrarme a él. Cansada y derrotada, salí de la habitación mientras pensaba en alguna idea. Era extrañamente cómodo ser intangible, atravesaba paredes, era ligera como el viento y, a pesar de no tener cuerpo, me sentía aún cálida y esponjosa. Luego de muchas vueltas por la casa, me derrumbé en la cama de mi madre, a un lado de ella. Repentinamente, observé una sombra junto al marco de la puerta, ésta se detuvo allí un momento y luego de unos segundos cruzó velozmente la distancia de la puerta hasta la ventana y desapareció. Movida por la curiosidad y un poco de terror, salí disparada tras ella, olvidando por un momento mi situación.
Una vez fuera de la ventana me paralicé un momento mientras contemplaba lo perfecto que veía todo. El cielo lucía profundo, el suelo más verde de lo humanamente posible e incluso las partículas de polvo en el aire eran visibles. Todo era tan vivo que aturdía un poco la vista. Observé a mí alrededor y encontré a la sombra de hace segundos, que ahora se encontraba sentada sobre la azotea de un edificio cercano. Dudé si debía seguirla o no y mientras lo hacía, ella giró en mi dirección y con una velocidad inimaginable se situó frente a mí.
Todo sucedió tan rápido que ahora parece confuso. No tuve tiempo de hablar, tan sólo pude contemplar su rostro un segundo, pero no tengo dudas. Era él, aquél hombre de ojos miel era…
Aquel hombre de ojos miel eraa....?? Quedé muy cortada! No puedo esperar a ver la continuación.
ResponderEliminarNos Dejaron En suspenso... JAJAJA
ResponderEliminarMe encanto porque la verdad esta genial, te felicito y espero con ansias el próximo capitulo.
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